En el relativamente poco tiempo que llevo en el ejercicio profesional de la abogacía, he escrito con mi experiencia algunas páginas de un libro, que no es producto de la tinta de la imprenta.
Ese libro está en ciernes, en mi cabeza, cuyas tintas provienen, no de la especulación ni la teoría pedante; mas bien, tienen su fuente en el insustituible aterrizaje práctico, en la experiencia viva, mía propia, de mis compañeros de faena y de mi maestro director.
El contacto con el cliente, que cree tener méritos para un caso, que tiene pretensiones que el abogado debe conciliar con lo que técnicamente procede, que está afectado de fuertes emociones por los conflictos que padece, que tiene una capacidad económica determinada para asumir el costo del caso, y que, también, tiene una idea preconcebida de los resultados que logrará el abogado.
El abogado debe lidiar con lo que el imaginario piensa de él porque se lo merece, o con lo que se piensa de él por culpa del accionar del otro.
El que ejerce la abogacía, debe entender que los objetivos profesionales a favor de algún cliente, no siempre se logra en los tribunales, que hay variantes, como la abogacía de despacho, que procuran salidas gananciosas, como alternativas de solución de conflictos.
En la mayoría de los casos de abogacía de despacho, el abogado debe hacerle entender al cliente, que este es parte de su trabajo profesional, que por lo tanto, no implica merma de sus honorarios, no haber accedido al Poder Judicial.
Lo que es más difícil, el abogado debe construir una imagen propia, que separe la que el colectivo tiene de forma prejuiciada de la generalidad; para ello debe hacer un esfuerzo ético y hacer entender que su misión es necesaria para la defensa de los intereses de su representado y para la necesaria construcción procesal de la verdad.
Sin la participación del abogado en los procesos, no habrían tesis y antítesis, prevalecería un único discurso, y no habría garantía de justicia, porque faltaría la verdad, que aflora cuando hay contradicción de proposiciones que surgen de intereses opuestos.
En el Día del Abogado, pido a la sociedad dominicana que entienda, valore y tolere el papel de los profesionales del Derecho, colocándolo como elemento imprescindible para la impartición de Justicia.