POR FELIPE CIPRIAN
Cuando el padre Luis Quinn me confesó con amargura el 30 de marzo de 2007 (seis meses antes de morir) que se sentía burlado por el gobierno de Leonel Fernández porque el mandatario había prometido reiteradamente que haría 30 obras importantes para el desarrollo de San José de Ocoa y no hizo absolutamente ninguna en los primeros tres años de su segundo gobierno.
El mayor desencanto del padre Luis con Fernández venía por el hecho de que la Junta para el Desarrollo había promovido el establecimiento de 50 invernaderos comunitarios en parajes muy pobres de Ocoa y luego que estaban en producción, los agricultores no podían beneficiarse de su trabajo honrado porque no servían los caminos rurales, pero mucho menos las carreteras de salida hacia el Cruce de Ocoa o hacia Piedra Blanca.
Es conocida mi vieja amistad y confianza mutua con el padre Luis, como también lo era la diferencia que por años mantuvimos porque yo era partidario de ayudar a los campesinos a organizarse en forma independiente para que lucharan por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas; él pensaba que lo mejor era fortalecer a la Junta para el Desarrollo para que canalizara ayuda para infraestructura productiva, para mejorar la salud y la educación en el campo y los barrios.
Como si ambos tuviéramos razón, cada uno en su espacio, mi labor de apoyo a la organización social y política de los productores, mujeres y jóvenes del campo hizo crisis primero que la labor social comunitaria del padre Luis.
Pero aquella última conversación directa que durante tres horas sostuvimos en su vieja casa de la calle Mella adonde me había mandado a buscar en varias ocasiones con mi hijo Guido- no era sino un reconocimiento de su parte de que a la larga yo tenía razón.
Sus palabras, casi un lamento, transmitían una verdad:
“¿Qué sentido tiene que un sacerdote como yo se dedicara durante tantos años a gestionar obras de desarrollo, acueductos, sistemas de irrigación, generación de energía con paneles solares, construcción de miles de casas y decenas de locales escolares con trabajo comunitario y aporte de agencias donantes extranjeras si luego el gobierno dominicano ni siquiera construye una carretera de 26 kilómetros para que los ocoeños entrar y salir?
Cuando el 11 de octubre de 2007 el padre Luis falleció en Miami, Florida, la noticia me espantó porque dos días antes había conversado por teléfono con su eterna amiga Sheila Nyhan, quien estaba a su lado y me había dicho que estaba en recuperación, de inmediato recordé la congoja que tenía porque Ocoa no tenía carretera.
Su cuerpo fue traído al país ocho días después y llegó a Ocoa dando saltos sobre hoyos, cañadas y zanjas porque la carretera no era adecuada ni siquiera para cruzar ganado, mucho menos vehículos.
El 27 de agosto de 2011 el entonces presidente Leonel Fernández visitó Ocoa para ver los daños dejados por la tormenta “Irene” y prometió que la carretera sería construida.
El consorcio Odebrecht/Rizek obtuvo por licitación el contrato para la ejecución de la obra en la primavera de 2012 e inició los trabajos para una nueva carretera Cruce de Ocoa-San José de Ocoa-Rancho Arriba-Piedra Blanca.
Poco después de la llegada del licenciado Danilo Medina al poder el 16 de agosto de 2012 la obra fue paraliza, modificado su diseño y en lugar de una nueva carretera, con un trazado diferente al laberinto actual, lo que se hizo fue reparar y ampliar la actual vía para reducir costos.
Lo deseable era una nueva carretera con el diseño que preparó el consorcio Odebrecht/Rizek, pero es indudable que la reconstrucción que se ejecuta actualmente tiene visos de alta calidad y por la velocidad y el gran despliegue de equipos parece que la ruta Cruce de Ocoa-San José de Ocoa podría estar lista para fin de año.
El padre Luis Quinn no pudo ver este hecho, pero sin duda inspiró a todos los sectores que con tanto vigor reclamaron esta obra vital para la comunicación terrestre.
El mérito mayor, sin duda, corresponde al presidente Medina, pero sin la persistencia y el arrojo de la organización “Ocoa en pie”, encabezada por los buenos ocoeños Roberto Santana, Milcíades Mejía, Julio Enrique Báez, entre otros no menos destacados, nunca se hubiese cumplido con una necesidad tan urgente para esa ciudad y con una promesa tan echada a un lado por los anteriores gobernantes.
Cuando el padre Luis Quinn me confesó con amargura el 30 de marzo de 2007 (seis meses antes de morir) que se sentía burlado por el gobierno de Leonel Fernández porque el mandatario había prometido reiteradamente que haría 30 obras importantes para el desarrollo de San José de Ocoa y no hizo absolutamente ninguna en los primeros tres años de su segundo gobierno.
El mayor desencanto del padre Luis con Fernández venía por el hecho de que la Junta para el Desarrollo había promovido el establecimiento de 50 invernaderos comunitarios en parajes muy pobres de Ocoa y luego que estaban en producción, los agricultores no podían beneficiarse de su trabajo honrado porque no servían los caminos rurales, pero mucho menos las carreteras de salida hacia el Cruce de Ocoa o hacia Piedra Blanca.
Es conocida mi vieja amistad y confianza mutua con el padre Luis, como también lo era la diferencia que por años mantuvimos porque yo era partidario de ayudar a los campesinos a organizarse en forma independiente para que lucharan por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas; él pensaba que lo mejor era fortalecer a la Junta para el Desarrollo para que canalizara ayuda para infraestructura productiva, para mejorar la salud y la educación en el campo y los barrios.
Como si ambos tuviéramos razón, cada uno en su espacio, mi labor de apoyo a la organización social y política de los productores, mujeres y jóvenes del campo hizo crisis primero que la labor social comunitaria del padre Luis.
Pero aquella última conversación directa que durante tres horas sostuvimos en su vieja casa de la calle Mella adonde me había mandado a buscar en varias ocasiones con mi hijo Guido- no era sino un reconocimiento de su parte de que a la larga yo tenía razón.
Sus palabras, casi un lamento, transmitían una verdad:
“¿Qué sentido tiene que un sacerdote como yo se dedicara durante tantos años a gestionar obras de desarrollo, acueductos, sistemas de irrigación, generación de energía con paneles solares, construcción de miles de casas y decenas de locales escolares con trabajo comunitario y aporte de agencias donantes extranjeras si luego el gobierno dominicano ni siquiera construye una carretera de 26 kilómetros para que los ocoeños entrar y salir?
Cuando el 11 de octubre de 2007 el padre Luis falleció en Miami, Florida, la noticia me espantó porque dos días antes había conversado por teléfono con su eterna amiga Sheila Nyhan, quien estaba a su lado y me había dicho que estaba en recuperación, de inmediato recordé la congoja que tenía porque Ocoa no tenía carretera.
Su cuerpo fue traído al país ocho días después y llegó a Ocoa dando saltos sobre hoyos, cañadas y zanjas porque la carretera no era adecuada ni siquiera para cruzar ganado, mucho menos vehículos.
El 27 de agosto de 2011 el entonces presidente Leonel Fernández visitó Ocoa para ver los daños dejados por la tormenta “Irene” y prometió que la carretera sería construida.
El consorcio Odebrecht/Rizek obtuvo por licitación el contrato para la ejecución de la obra en la primavera de 2012 e inició los trabajos para una nueva carretera Cruce de Ocoa-San José de Ocoa-Rancho Arriba-Piedra Blanca.
Poco después de la llegada del licenciado Danilo Medina al poder el 16 de agosto de 2012 la obra fue paraliza, modificado su diseño y en lugar de una nueva carretera, con un trazado diferente al laberinto actual, lo que se hizo fue reparar y ampliar la actual vía para reducir costos.
Lo deseable era una nueva carretera con el diseño que preparó el consorcio Odebrecht/Rizek, pero es indudable que la reconstrucción que se ejecuta actualmente tiene visos de alta calidad y por la velocidad y el gran despliegue de equipos parece que la ruta Cruce de Ocoa-San José de Ocoa podría estar lista para fin de año.
El padre Luis Quinn no pudo ver este hecho, pero sin duda inspiró a todos los sectores que con tanto vigor reclamaron esta obra vital para la comunicación terrestre.
El mérito mayor, sin duda, corresponde al presidente Medina, pero sin la persistencia y el arrojo de la organización “Ocoa en pie”, encabezada por los buenos ocoeños Roberto Santana, Milcíades Mejía, Julio Enrique Báez, entre otros no menos destacados, nunca se hubiese cumplido con una necesidad tan urgente para esa ciudad y con una promesa tan echada a un lado por los anteriores gobernantes.