Un fatal accidente en la carretera Sánchez, cerca de Tábara Abajo, entre Azua y Barahona, ha provocado un profundo dolor en Vicente Noble, Tamayo, Monserrate, Altamira, San Ramón y otras comunidades. Nueve familias perdieron a seres queridos en un instante, de golpe, la noche del pasado lunes, cuando se produjo el choque entre una patana y un autobús de pasajeros. El año pasado, vimos otro accidente que también envolvió a una patana y un bus, con un saldo de siete muertos.
El evento pone de nuevo en el centro de la agenda pública la inseguridad en el tránsito. En la carretera Baní-Azua-Barahona, unos trabajos de ampliación y mejoría se agregan a la lista de factores amenazantes de los viajeros.
Cuando esa vía fue construida, hará algo más de 30 años, era relativamente segura. Si bien muy marcada por las curvas cerradas y zonas con pronunciadas depresiones, el volumen de vehículos que la utilizaban era mínimo. Ahora, con el intercambio entre Haití y República Dominicana, más algunos cambios en la economía regional, el tránsito se ha incrementado.
Los vehículos de carga, principalmente hacia y desde Haití, son un peligro, lo mismo que aquellos conductores de grandes patanas que transportan cemento desde Pedernales y Azua, o blocks desde Barahona hasta Santo Domingo. Suelen trasladarse a velocidades excesivas, sin control.
Aunque el Ministerio de Obras Públicas tiene un punto de observación en el Cruce del 15, la ruta hacia Barahona es escasamente vigilada y el cumplimiento de la ley de tránsito es una ficción. Las imprudencias son rutinarias.
En una palabra, viajar hacia o desde el Sur en estos tiempos es correr un alto riesgo, que se acrecienta entre Azua y Barahona.
Probablemente, cuando terminen los trabajos de “mejorías” que realiza Obras Públicas, las amenazas disminuirán, pero lo esencial es que a los choferes de vehículos pesados que conducen a altas velocidades y sin respeto por los demás, se les ponga en cintura.
Ahora sólo queda el dolor. Llorar los muertos.
El evento pone de nuevo en el centro de la agenda pública la inseguridad en el tránsito. En la carretera Baní-Azua-Barahona, unos trabajos de ampliación y mejoría se agregan a la lista de factores amenazantes de los viajeros.
Cuando esa vía fue construida, hará algo más de 30 años, era relativamente segura. Si bien muy marcada por las curvas cerradas y zonas con pronunciadas depresiones, el volumen de vehículos que la utilizaban era mínimo. Ahora, con el intercambio entre Haití y República Dominicana, más algunos cambios en la economía regional, el tránsito se ha incrementado.
Los vehículos de carga, principalmente hacia y desde Haití, son un peligro, lo mismo que aquellos conductores de grandes patanas que transportan cemento desde Pedernales y Azua, o blocks desde Barahona hasta Santo Domingo. Suelen trasladarse a velocidades excesivas, sin control.
Aunque el Ministerio de Obras Públicas tiene un punto de observación en el Cruce del 15, la ruta hacia Barahona es escasamente vigilada y el cumplimiento de la ley de tránsito es una ficción. Las imprudencias son rutinarias.
En una palabra, viajar hacia o desde el Sur en estos tiempos es correr un alto riesgo, que se acrecienta entre Azua y Barahona.
Probablemente, cuando terminen los trabajos de “mejorías” que realiza Obras Públicas, las amenazas disminuirán, pero lo esencial es que a los choferes de vehículos pesados que conducen a altas velocidades y sin respeto por los demás, se les ponga en cintura.
Ahora sólo queda el dolor. Llorar los muertos.