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sábado, 15 de marzo de 2014

OPINION: Heredia Bonetti y Nabij Khoury

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POR HUGO GUILIANI CURY

Los países deben honrar a sus ciudadanos ilustres. Ese es el caso del Dr. Luis Heredia Bonetti y Nabij Khoury.

El primero durante décadas se dedicó a promover la inversión extranjera en el país. El segundo fue un verdadero munícipe de Barahona.

Conocí al Dr. Heredia Bonetti a inicio de la década del sesenta. Era uno de esos jóvenes profesionales que recién se incorporaban a trabajar por un país que buscaba un nuevo destino. Teníamos ideales comunes, mística de trabajo, y buscábamos tener una nación organizada y regida por una democracia. Pensábamos que bajo ese sistema los dominicanos tendríamos un mejor nivel de educación, menos desigualdades y un mayor bienestar económico. En función a la preparación de cada uno de nosotros escogimos caminos diferentes para alcanzar esos objetivos. Heredia Bonetti comenzó en el Servicio Exterior y más luego se dedicó de lleno a su profesión de abogado, logrando en ese campo ser el socio principal de una de las más prestigiosas firmas a nivel local e internacional.

El Dr. Heredia Bonetti vivió de su profesión pero su pasión era otra y a la cual le dedicaba la mayor parte de su tiempo. Era un emprendedor que tenía el firme convencimiento de que el país para lograr un sostenido crecimiento económico le era necesario lograr un alto nivel de inversión extranjera. Trabajó para crear las leyes que atrajeran ese tipo de inversión y se dedicó a mostrar en el extranjero que en el país existía un buen clima para esas inversiones. Consideraba también que era importante ayudar y promover a los dominicanos que viven en Estados Unidos. En esos afanes le acompañamos en diversas ocasiones a Miami, Washington y Nueva York. Se dictaban conferencias en universidades y se sostenían  reuniones con líderes políticos, empresarios y congresistas norteamericanos. Esas visitas siempre se cerraban con un gran evento artístico y la actuación de un dominicano de renombre internacional.

A Luis lo recuerdo como lo conocí. No quise verlo enfermo. Era alto, moreno, de rasgos finos  y de buen vestir. Culto y con un profundo conocimiento de los temas que tratábamos. No importa donde estuviésemos. Podría ser en una afamada universidad norteamericana, o con un líder político de esa nación o con un humilde bodeguero dominicano en Nueva York, pero en todos ellos, Luis causaba en lo inmediato una magnífica impresión. En esas ocasiones al terminar, bromeaba con él y le decía Dr. Heredia Bonetti, usted es sin tener el título, el verdadero Embajador Itinerante de nuestro país. El gobierno dominicano en homenaje al Dr. Heredia Bonetti debería designarlo Post Mortem Embajador de la Republica Dominicana.

Un buen día a finales de la década del cuarenta apareció en Barahona un joven recién llegado del Líbano que se llamaba Nabij Khoury. Su padre vivía en esa provincia desde hacía muchos años, pero por razones económicas no había traído a su familia. Nabij se fue aclimatando a nuestras costumbres, hizo amigos, se enamoró y casó con Miriam Mancebo Guiliani, mi prima hermana por el lado paterno. Con el transcurrir del tiempo Nabij se convirtió en una figura social y  empresarial de Barahona. Comenzó como todo árabe con una  tienda de tela, luego instaló una fábrica de blocks y otra de pisos de granito. Posteriormente y junto a Sócrates (Pipito) Lagares construyó el primer gran hotel de esa ciudad. A esas iniciativas le siguieron  inversiones en bienes raíces, bancos y zonas francas. Ese ejemplo empresarial lo han continuado sus hijos quienes también han creado laboratorios médicos, ferreterías, empresas de venta de autos, plantas de materiales de construcción y los conocidos BLOCKS KHOURY. Nabij era pragmático en el mundo de los negocios  y en lo personal un hombre sencillo. En lo familiar era el centro de una gran y numerosa familia.

Pero Nabij tenía otras ambiciones. Soñaba con ver a Barahona y a Pedernales convertirse en un gran centro turístico a nivel mundial. Decía que la región era un paraíso de climas diversos y que el contraste de sus ríos, montañas, playas y su exuberante vegetación tropical eran únicos a nivel mundial. La comparaba con el mediterráneo europeo y decía que este le quedaba pequeño al eje Barahona-Pedernales. Pero Nabij no era un hombre de palabras sino de acción.

Por ello construyó el más bello baño de río en San Rafael y al cual denominó Villa Miriam. Ese idílico lugar de aguas cristalinas, cascadas y vegetación exuberante era su preferido. Luego hizo una gran residencia en la costa de la ciudad de Barahona y otra en la montaña de Polo con vista a la laguna de Cabral. Esos tres bellos escenarios  fueron los sitios desde donde y por décadas miles de personas lo visitaron. Desde esos lugares y con orgullo les mostraba las bellezas de nuestra región pero a la vez les daba las más finas atenciones. Fue un verdadero munícipe de nuestra provincia. Barahona debería tener una calle con su nombre.