POR SANTOS SALVADOR CUEVAS
para Ecos del Sur
Se puede decir que un día a todos los mortales le llega su hora final, Yessenia Roa no era la excepción, pues todos, desde el primer segundo de nacer arrastramos algo inevitable y seguro: La muerte. Y ésta se presenta más evidente, más implacable y amenazante cuando del ser que se trate arrastra una enfermedad de carta tomar, ya que Yesenia Roa al padecer de aplasia medular, necesitaba de urgencia la realización de un trasplante de medula, so pena de estar sometida al cambio continuo de plaquetas en la sangre con la que impedir el avance de la enfermedad fatal.
Y más tenebroso el caso, cuando se tiene la experiencia de que lo que se le vino encima a Yessenia Roa era una enfermedad hereditaria, pues siendo ella una pequeña aún, por esa misma enfermedad vio morir a uno de sus hermanos, que tenía entonces casi la edad que ella hoy; es decir, la muerte merodeaba a Yessenia Roa desde el mismo momento en que se le detectó la enfermedad; hablamos de un mal de salud que sólo podía ser controlado con la compra cada semana de plaquetas para la sangre, hasta tanto se aguardaba el cambio de medulas; tanto un caso como otro, es decir, tanto el cambio de plaquetas semanal, como el trasplante de medulas, implicaban gastos económicos inmensos que escapaban a la capacidad material de sus familiares.
Si el trasplante se hace, que costaba menos de medio millón de pesos, pues la joven talentosa no hubiese sucumbido en su batalla por la vida ante la muerte. Medio millón fue la diferencia para que esta promesa nacional siguiera viviendo, eso no tiene madre, en un país donde se eligen funcionarios que en menos de un año salen con volquetas repletas de dinero que se roban al erario público.
De nada sirvió el reclamo, de nada el grito familiar por ayudas para salvar a esta mujer que no tuvo la culpa de ser "hija de machepa", una y otras puertas se tocaron, campeó la indiferencia, se impuso la indolencia, se impuso el bochorno de vivir en una sociedad donde reina la gran desigualdad social. A Yesenia Roa, le mató el capitalismo, se la llevó la indiferencia cruel, o el valor que en sociedades como la nuestra se le da al capital por encima de la especie humana.
Este hecho tan lamentable debe al menos servir para la reflexión, porque el mismo se puede reeditar en cualquier hogar, en cualquier familia donde no se tenga la dicha de ser funcionario público, tanto del gobierno nacional como del gobierno local o empresario favorecido por las bonanzas del gran capital.
Sólo quiero, y espero se me permita, expresar mi indignación, mi rechazo, mi protesta ante la indiferencia de quienes pudieron aportar para el trasplante de medula y no lo hicieron.
Que esta joven Descanse En Paz, pero que jamás se tire al olvide el manto de cobardía y la indiferencia ante la muerte que atenaza a un ser humano, frente a la indiferencia que enarbolan empresarios y funcionarios indolentes… funcionarios de pacotilla.