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jueves, 28 de agosto de 2014

OPINION: El 4% y Loma Miranda: El poder reside en las masas, y la constancia es el triunfo

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POR RUBEN DOMINICI 
Para Ecos del Sur.

Hemos visto por muchos años que los líderes de los principales partidos del sistema son muy decididos a la hora de tomar decisiones para su propio provecho (económico, social, político) y la de sus allegados, pero vacilantes y hasta renuentes cuando son para atender las necesidades, aspiraciones e intereses de las grandes mayorías.

Antes de la lucha por el 4% para la Educación, en todo el país se habían  desarrollado grandes luchas en reclamo de la solución a iguales problemas ancestrales, sin que los políticos del sistema se dieran por aludidos. Pero en este caso habían muchos y variados sectores involucrados, y la constancia fue la norma, la creatividad un principio, el sectarismo un monstruo pestilente que todos rechazaban, y el proceso electoral el mejor aliado. Así que tuvieron que comprometerse con esa lucha todos los candidatos, porque si no, pau pau.

De modo que la experiencia de la lucha por el 4% sirvió grandemente a la causa de Loma Miranda, donde estaban involucrados “hasta el gato”, y con la coyuntura de un presidente nuevo que ganó las elecciones aupado por el poder económico y político del Rey Leo, y que por tanto requiere “labrarse su propio camino” para garantizarse un futuro político promisorio basado en sus propios recursos.

Así que ya no hay más que hablar, pues ambas experiencias son claramente aleccionadoras: El poder reside en las masas, y la constancia es el triunfo.

En nuestro caso como provincia y región, tenemos varios ejemplos parecidos que mostrar. Por ahora presento dos: la lucha que se libró a finales los 90 para que los Bermúdez no destruyeran a Cortico, en Polo, para extraer sílice, una materia prima para la fabricación de vidrio; y la gran lucha librada en 1995 para impedir la instalación de otra planta generadora de electricidad a partir de carbón mineral, la cual es altamente contaminante. 

En los dos casos citados, la victoria pudo lograrse, principalmente, por el amplio abanico de sectores y personalidades participantes, porque el movimiento conservacionista no practicó el estúpido vanguardismo, ni los partidos de la oposición consideraron el escenario como un frente de lucha contra el gobierno de entonces.

Es de resaltar que en esas luchas también participaron militantes del partido gobernante de entonces, pues consideraron que los intereses locales estaban por encima de los intereses y compromisos de los gobernantes en el nivel nacional.

Todos los ejemplos anteriores nos dicen que ya es hora de curarnos de la miopía que nos ha afectado de por vida, del dogmatismo rancio que nos ha carcomido, y de la simpleza con que siempre abordamos los fenómenos sociales, lo que nos lleva a ver la sociedad y sus interrelaciones de forma estática, y no dinámica, no dialéctica.

Cambiaron los tiempos, pero muchas personas creen que todo sigue igual. Que los partidos tradicionales siguen siendo instrumentos de lucha como en los años setenta, cuando en realidad hoy sirven a intereses personales y grupales. Que siguen representando a sectores populares, cuando en realidad sirven al gran capital nacional e internacional, y son fuentes de corrupción, y promueven con hechos y palabras la alienación de toda la sociedad para que no comprendamos las causas reales de nuestra desgracia como pueblo y nación.

Los dirigentes de esos partidos, cuando llegan al poder, se mudan a la capital para estar “cerca del Jefe”, y sólo se recuerdan de las bases en tiempos de las elecciones internas de sus partidos para manipular a los “compañeritos de la base” y garantizar que voten por ellos, o en las elecciones nacionales para trabajar por sus respectivas organizaciones con grandes  recursos que nadie sabe de dónde salen.

Este cambio en el tiempo no lo hemos podido ver, a pesar de que Heráclito, filósofo griego de hace dos mil quinientos años, dijo que no era posible bañarse dos veces en un mismo río.

Tampoco hemos podido hacer de la unidad nuestra bandera, a pesar de que Camilo Torres, un cura colombiano muerto en combate en 1966, dijo que “para lograr la unidad debemos insistir en todo lo que nos une, y prescindir de todo lo que nos separa”

En conclusión, considero que las luchas citadas nos demuestran que están dadas las condiciones para que empecemos a poner todos nuestros huevos en una sola canasta. Para que empecemos a golpear el sectarismo hasta dejarlo sin aliento, eso sí, también al vanguardismo, al triunfalismo y demás concepciones y prácticas dogmáticas y sectarias. Y como resultado de todo ello, trabajemos para la vertebración de un poderoso instrumento de lucha local y nacional que en lo político nos dé resultados similares a los obtenidos con las dos grandes luchas referidas.