SANTO DOMINGO: Su rostro me pareció conocido de primera impresión cuando entró al consultorio, y ella se dio cuenta. Pero no la identifiqué hasta que me reclamó que no la reconociera pese a que 10 años atrás le había hecho un trasplante de riñón.
En realidad hacía casi ese tiempo que no la veía, debido principalmente a que en nuestro país, la gran mayoría de los pacientes trasplantados renales se dan seguimiento con sus médicos clínicos de cabecera, que son los nefrólogos.
Otro motivo por el que no la había vuelto a ver es por el éxito de su trasplante. Es decir, que no había ninguna razón quirúrgica para que me consultara.
Aunque en esta ocasión la había referido a mí su ginecólogo por una molestia en la ingle, su verdadera preocupación era que alguien le había dicho que los riñones trasplantados duran solo 10 años.
Tuve que explicarle que esas informaciones son datos estadísticos mal aplicados, ya que cuando se hacen esos estudios en base a los registros clínicos, las cifras que se publican son “promedios”. O sea, que cuando se hace el recuento de la evolución funcional de los riñones trasplantados, vamos a tener un número de casos de riñones que han perdido su función renal por diferentes causas y múltiples factores, algunos de ellos en relativo corto tiempo, que va de uno a cinco años, pero otros mantienen su funcionamiento por muchos años.
En nuestro país tenemos constancia de pacientes con trasplante renal funcional por 25 años. Así como otros con 23, 21, 20, 19, 17, 14…, años, en buen estado de salud.
Las razones para la durabilidad de un trasplante son tan variadas, que van desde el “rechazo crónico” por razones inmunológicas, la nefropatía del trasplante por causa de algunos medicamentos, así como la nefritis intersticial por causa de otros medicamentos. Otro efecto se da por la recurrencia de la enfermedad original en el riñón trasplantado, así como por el efecto continuo de las condiciones médicas que acarrea el paciente desde antes del trasplante, como son la hipertensión arterial, la diabetes y la hiperuricemia (ácido úrico).
Pero también hay factores externos que tienen que ver con pérdida de función en los trasplantes, como son: la edad y el estado funcional del órgano trasplantado. Porque un riñón donado por una persona de 60 años no rejuvenece al ser trasplantado a un paciente de 20 años.
A esto se agrega la calidad de la preservación del órgano trasplantado, ya que el promedio estadístico es mejor en los riñones trasplantados de donantes vivos, que en el caso de los donantes fallecidos.
En los primeros, el trasplante se hace unos minutos después de extraído del donante. Mientras que en los órganos de donantes fallecidos, aunque se hacen técnicas de
‘preservación in situ’, transcurren usualmente de 12 a 36 horas para el trasplante. El hecho de una compatibilidad mejor, juega también un papel a largo plazo en la durabilidad del trasplante.
En conclusión:
La durabilidad de un trasplante renal es impredecible, y lo único que podemos hacer es cuidarlo lo más posible, tomando habitualmente los medicamentos indicados, y haciendo sus chequeos rutinarios en el tiempo indicado, además de llevar una vida y alimentación lo más sana posible.