POR RAFAEL MENDEZ
“Cuando me encuentro en disposición de ánimo socrático planeo mi propia República y en efectúo cambios drásticos en la educción de los hijos de los ciudadanos acomodados”, elucubra Winston Churchill, en su libro autobiográfico “Mi Juventud”.
Y añade: “A la edad de dieciséis o diecisiete años comenzarían a aprender un oficio y a desempeñar una labor manual provechosa, y en su tiempo libre se dedicarían a la poesía, la música, el baile, la instrucción o la gimnasia.
”De ese modo podría liberar su energía practicando actividades útiles. Sólo cuando estuvieran sedientos por adquirir conocimientos, ávidos por escuchar cosas, entonces los dejaría ir a la universidad.
“Sería una especie de favor, un codiciado privilegio sólo concedido a aquellos que hubieran demostrado su capacidad trabajando en una fábrica o en el campo o cuyas cualidades y entusiasmo fueran sobresalientes.
“No obstante, eso podría alterar muchas cosas, causar una gran conmoción e incluso llevarme a terminar mis días bebiendo un vaso de cicuta”.
El autor es periodista-diputado