Por Pilo Santana
Ayer me enteré de la muerte de Agustín Ferreras.
La infausta noticia la publicaron por las Redes Sociales, pero ya antes me habían llamado dos amigos comunes, para informarme el desagrable acontecimiento.
Cuando suceden hechos de esa naturaleza, como la muerte de una persona como Agustín, que aunque estamos lejos físicamente, sentimentalmente nos sentíamos cerca, porque fue que llegamos a compartir tantas veces, que hace que uno se sienta triste por muchas razones.
Lo primero es que remontamos nuestros pensamientos hacia el pasado, cuando apenas éramos niños, y luego ya adolescentes.
Recuerdo que para inicios de la década del 60, que mí familia vivía en el recién fundado barrio El Semillero (Las Flores), por la ruta obligada que teníamos que hacer para llegar a La Guazara, había que pasar por el frente del negocio de Doña Oliva, que era la señora morena, dulce, agradable, que desde las primeras horas de la mañana le despachava Café y otros productos a los transeúntes.
Nunca he olvidado la presencia de Doña Oliva y de Don Felipe Ferreras, conversando animadamente con mis dos viejos, que al parecer los unia un parentesco familiar cercano por los Ferreras, provenientes de Cabral.
Recuerdo que ha esa hora estaban los muchachos de Doña Oliva levantados, ayudándole en los negocios.
Jando, Chuco, Alfredo, Andrea y Agustín, los recuerdo en los quehaceres familares cotidianos.
Sin duda que es una familia sería, que Doña Oliva y Don Felipe Ferreras los enseñaron a trabajar desde temprano.
Luego comencé a tratar a Agustín bien de cerca cuando se inicia la Escuela Crito Rey. Iniciamos en 5to. Curso, con una amistad que se fortalecia y se incrementaba cada vez que llegábamos a una aula nueva.
Ese grupo que hicimos casi todos los cursos juntos, me atrevo a decir que es una de las mejores generaciones de barahoneros.
La última vez que Agustín Ferreras trabajó Radio en el país fue en La 107.7 FM, en un programa de música vieja. Noche por noche me complacia con las canciones de José Luis Moneró.
Se marchó del país de nuevo, pero nunca perdimos el contacto, porque la veces que venía nos Juntavamos o por lo menos me llamaba.
La verdad es que he sentido mucho la partida de Agustín Ferreras.
Pero nos consuela el hecho de que Dios le tiene reservado un buen lugar, porque Agustín Ferreras fue un excelente barahonero.