POR PRAEDE OLIVERO FELIZ
Tras la guerra de abril, tanto en su etapa civil como patria, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), se abrió al pueblo para reciprocar su actitud viril y de apoyo a la academia.
El Movimiento Renovador se encargó de darle forma orgánica a esa relación viuniboca entre la universidad y el pueblo dominicano.
Entre las tantas políticas implementadas se diseñó una forma orgánica para impartir docencia más allá de la sede central y sobre todo de llevar la extensión universitaria.
De ese modo, el arte, la cultura y el deporte, no sólo volarían desde Santo Domingo al interior, sino que desde el interior mismo se fomentaría, sin terminar la conexión con el Alma Máster.
Esa necesidad de la universidad y el pueblo, no sólo tenía sus actores en el campus universitario (estudiantes, profesores y empleados), sino en todos los sectores del país (obreros, campesinos, cubistas, estudiantes y profesores de secundaria, cubistas y amas de casas, deportistas y líderes barriales).
En Barahona, Don Antonio Méndez, un gran munícipe, colaborador de la juventud y las mejores causas del pueblo, tomó la cabeza de los que reclamamos la extensión de la UASD en Barahona, recibiendo todos como respuesta la represión del gobierno de Joaquín Balaguer y de la Policía Nacional como fuerza represiva.
Yo les puedo decir que era un niño para la época, pero influido por los jóvenes de Fragua, el 14 de Junio, el MPD, el FREN y los combatientes de la guerra de abril, que la lucha fue de todos y todos recibimos el golpeo del gobierno, que veía el comunismo en todo y a la universidad estatal le negaba un justo presupuesto.
Sin embargo, todo eso no impidió que en febrero del año 1970, Barahona conquistara la instalación del primer centro universitario como extensión de la universidad primada de América al que se le llamó Centro Universitario Regional del Sur Oeste (CURSO), siguiendo inmediatamente la instalación del Centro Universitario Regional del Nordeste (CURNE), en San Francisco de Macorís, en dos cunas que con sus luchas mantenían viva la llama de la libertad.
Al Maestro Jesús de la Rosa, combatiente de la guerra de abril, procedente de la Marina de Guerra, le tocó ser el primer director, acompañado de un gran cuerpo profesoral, un puñado empleados y un grupo de estudiantes, que no dejaron naufragar esta luz encendida en la región y que 50 años después sigue iluminando el desarrollo de la Región Suroeste.
Propicia es la ocasión para felicitar a nuestra querida Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y a su primada extensión en el país, el Centro Universitario Regional del Sur Oeste (CURSO) y agradecer todo lo que somos hoy como profesional y hasta como ser humano, pues sin ella no lo hubiésemos logrado, al provenir de los sectores más pobres del pueblo, a los que precisamente la UASD les acercó la docencia, extensión e investigación, labor que jamás ha parado, sino que ha incrementado.
¡Felicidades!