La vida humana lleva implícita la muerte, a la que resulta difícil acostumbrarse y aceptarla, aunque es una realidad ineludible.
Cuando mueren personas que con sus vidas han servido y apoyado a otros, que se han destacado al brindar y recibir afectos, que han puesto empeño en realizar sus profesiones u oficios con eficiencia, que han formado hijos con valores y ofertado su carisma y encanto como aliciente para la alegría ajena, dejan una profunda sensación de pérdida.
Eso ha pasado en Barahona con el fallecimiento de la Doctora Nancy Feliz González, una profesional del derecho que se ganó el sitial de abogada, de litigante enérgica, pero humana, cortés y respetuosa, que comprendía a plenitud el teatro de los escenarios judiciales, el papel de sus actores, razón por la cual tenía tantos amigos que le apreciaban, independientemente de la barra en la que se colocara para ejercer su ministerio de letrada.
Siempre admiré el denuedo profesional de Nancy Féliz González, cuando subíamos en una misma barra o cuando estábamos en lados opuestos. Nancy sabía distinguir la amistad del litigio profesional, era una excelente profesional, una buena amiga, y, sobretodo una entrañable madre, que a la par cumplía con su papel como ciudadana destacada de República Dominicana.
Dios obre consolación en sus hijos, familiares cercanos y la infinidad de amigos, colegas, clientes y conocidos, que nos sentimos entristecidos por su deceso.
Nos toca hacer lo único digno, ante la pérdida física de esa notable dama: recordarla como fue y mantenerla viva en nuestra memoria.
El autor es: Abogado, profesor de Derecho, en dos ocasiones fue Presidente de la Seccional del Colegio de Abogados de Barahona.