La elevación de los sueldos por parte de funcionarios, designados y electos, cuando se hace conforme a las disposiciones legales, es absolutamente permitida y en algunos casos deseables.
Sin embargo, auto elevarse los sueldos, en coyunturas como la que vivimos, de pandemia y muertes, de crisis y escasez para las grandes mayorías, desnuda la iniquidad, inmisericordia, imprudencia, falta de amor por el prójimo y ausencia de vocación para servir, que tienen algunos "ambiciosos y avaros", que se hacen llamar servidores públicos, y que con ropajes de políticos confundieron al pueblo que los eligió.
El consuelo es que ya el pueblo los conoce.