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miércoles, 12 de mayo de 2021

Reforma Tributaria o ajuste fiscal y presupuestario?

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Por Dr. Carlos Julio Féliz Vidal.

En el país se debate la pertinencia de una reforma fiscal, en una etapa en la que las estructuras de producción están deprimidas debido a los efectos que se asocian a la pandemia del coronavirus.

Los ingresos del Gobierno han disminuido, como una consecuencia natural de la disminución de la capacidad de generar riqueza por parte de las empresas y personas, lo que a su vez se traduce en una disminución del consumo, renglón en el que descansa la mayor carga tributaria del país, debido a la tradición dominicana de desplazar los impuestos a las clases más vulnerables de la sociedad.

La experiencia de Colombia con la fallida Reforma Tributaria, que obligó al Gobierno, ante el inevitable estallido social, a darle literalmente para atrás, debe ser tomada en cuenta por el sistema, a los fines de evaluar el impacto que tendría someter al país al estrés de de un tema, que aún en épocas normales se torna particularmente controvertido.

La Reforma Fiscal es necesaria consensuarla con el abanico de fuerzas políticas, empresariales, sindicales, sociales y de la sociedad civil y religiosas del país, sin pasar por alto,  que cada ciudadano puede ser afectado por la política tributaria, lo que obliga al Legislador a tomar en cuenta a la población en su conjunto, a la hora de convertir en ley las pretensiones reformistas.

La experiencia indica que en épocas de crisis, la política económica debe orientarse por la austeridad,  con disminución y reorientación  de gastos a los fines de no descuidar servicios básicos y evitar dispendio de recursos; igualmente, ha de pensarse en la inversión en áreas que reactiven la economía y generen nuevas plazas de empleo.

A menudo rinde más beneficio un ajuste fiscal y presupuestario que una reforma fiscal apresurada e inoportuna.

Los impuestos a la propiedad y a las ganancias no son una panacea en tiempos de crisis, precisamente porque las ganancias disminuyen y las propiedades se reciclan en la dinámica de una economía en crisis.

Los impuestos al consumo se tornan particularmente odiosos, porque terminan pagándolos los consumidores finales, generándose la paradoja de que al encarecer el impuesto el bien o servicio gravado, disminuye su consumo ,y, por ende, baja la recaudación tributaria.

La Reforma Tributaria debe contemplar las debidas compensaciones para ser eficaz, lo que implica revisión de salarios, incentivos, amnistías, exenciones e indexaciones; previsión y cálculos econométricos; tablas de servicios de calidad, para cargas y contribuciones que justifiquen los nuevos incrementos; el diseño agresivo de políticas que faciliten el crecimiento económico, para evitar el contra efecto de la parálisis de sectores económicos y la pérdida de empleos, para todo lo cual se requiere de un amplio consenso, que facilite el equilibrio y el manejo de las variables macroeconómicas, sin afectar el poder adquisitivo de las clases más vulnerables ni frenar las iniciativas de los generadores de riquezas.

A mi modo de ver, antes de que el país se embarque a una necesaria reforma fiscal, que de paso, no me luce oportuna en la actual coyuntura, debería trabajar en un ajuste fiscal y presupuestario, que puede dejar más dividendos al Gobierno, al permitirle darle seguimiento a las moras fiscales, hacer eficiente las políticas de cobro, priorizar el gasto a los capítulos fundamentales para mantener los servicios y la estabilidad macroeconómica, a la par que promueva la inversión en renglones que tienen el efecto de cascada en la economía, al facilitar un flujo de circulación de dinero, del que se benefician distintos estamentos, como ocurre, por ejemplo, en la industria de la construcción y otras equiparables.

El país es de todos, cada uno está llamado a hacer aportes y sacrificios, cada uno espera que  retornemos a la normalidad, eso lleva tiempo.

El Gobierno dominicano hace esfuerzos ingentes para mantener el equilibrio económico; el costo del servicio de la deuda externa, los gastos extraordinarios de la pandemia, el pago de la nómina pública, unido a la disminución de los ingresos tributarios, hacen particularmente difícil la situación económica del país, lo que en parte justifica, las pretensiones de una reforma fiscal.

Lo que no parece oportuno, ni política, ni social ni económicamente hablando, es llevar a cabo la indicada reforma, en una etapa en la que el país atraviesa  por una crisis que afecta no sólo las variables económicas, políticas y sociales, sino también a la propia conciencia social, que necesita ser reactivada para devolverle al pueblo su sentido de auto estima y felicidad, malogrado por la muerte, la enfermedad y las penurias económicas.

Es mejor un ajuste fiscal y presupuestario calculado que una reforma fiscal inoportuna.