No se trata solo del polvillo. Lo sucedido la semana pasada en el malecón de Barahona, solo es el comienzo, el preludio de un mal que nos afectará a todos por igual.
Ante esa situación y, gracias a las redes sociales que fueron saturadas con el problema generado por la Belfond Enterprise, la ciudadanía dio una respuesta contundente y, por fin, algunas autoridades decidieron decir esta boca es mía.
Como estrategia, la gente de la Belfond han planteado remediar el problema del polvillo, cargando y trasladando el material en mejores condiciones, para evitar que se expanda por todo el malecón y gran parte de la ciudad.
Proponen, además, apadrinar el malecón, con la idea de mantenerlo, según ellos, en mejores condiciones que en la que se encuentra en los actuales momentos.
Esa estrategia de la Belfond, de las autoridades locales y del gobierno central, busca hacernos creer que con resolver el problema del polvillo y la contaminación en el malecón, lo que dudamos mucho hagan, queda todo resuelto y ya.
Ellos no han pensado, que aquí hay gente que razona lógicamente, y que sabe que lo del malecón sólo es un derivado del problema, que el daño grande e irreversible está en la destrucción total del Bahoruco Oriental, donde nacen más de 20 ríos, de los que se abastecen unos 40 acueductos.
Con sus operaciones, la Belfond Enterprise, destruirá la madre de las aguas en la Región Enriquillo, acabará con la flora y la fauna, los microclimas que existen allí, con la esperanza de vida de los productores que viven en toda esa zona, y con ello, con la calidad de vida de quienes vivimos en esta próspera Región Enriquillo.
Con la explotación del Bahoruco Oriental, se esfuman las esperanzas del tan anhelado desarrollo turístico de la Región, todo vez, que los balnearios de la zona desaparecerán, y no contaremos con nada para ofrecer a los turistas nacionales e internacionales que, bajo esas condiciones, osen visitarnos.
No tendremos nada que exhibir, sólo destrucción, cráteres y causes de ríos deseosos de ser acariciados por las aguas cristalinas que hoy los bañan.
Dicho esto, está claro pues, que no se trata solo del polvillo que emana de los camiones y del puerto, sino de la destrucción del Bahoruco Oriental.
La lucha tiene que seguir, y debe estar encaminada por todos los sectores de la región, porque, sin excepción, todos los ciudadanos pagaremos bien caras las consecuencias, si nos hacemos los indiferentes o cómplices de esta destrucción que amenaza la vida misma.