Desde que era un niño he visto, escuchado y seguido a mi amigo Jhonny Ventura, ido físicamente a destiempo.
Recuerdo que cuando inauguraron en Barahona la casa de Beltrán Pérez Espinosa en la calle Luis E. del Monte esquina Avenida Luperón, yo subí a una mata de caoba, junto a los hijos de Josesito y Rubertina, que eran sus seguidores y bailaban como él. Algunos nos caímos al romperse las ramas de las matas, pero volvimos a subir y permanecimos allí hasta que terminó la fiesta en la madrugada.
Cuando surge el fenómeno musical de Wilfrido Vargas cerramos fila al lado de Jhonny, porque además con sus canciones y actitudes enfrentaba la dictadura Balaguerista, junto a otros artistas, entre los que estaban Rafael Solano, Sonia Silvestre y Víctor Víctor, llegando ocupar iglesias reclamando la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados.
Cuando me fui a vivir a la capital y que no obstante mis compromisos, trataba de ir a las fiestas del Caballo Mayor.
Recuerdo que la Asociación de Empleados Universitarios (ASODEMU) lo llevaba a sus fiestas de fin de año, especialmente cuando la dirigía el amigo mutuo Fabio Ruiz.
En una ocasión, a finales de la década de los 80, se desarrollaba la fiesta en la discoteca Yemayá del malecón, cuando se armó un corre corre en la pista y Jhonny Ventura paró la fiesta para indagar que pasaba, le dijeron que una morena me agredió, por encima de mi esposa que bailaba conmigo, ella tenía una actitud violenta pretendiendo conquistarme, a lo que no accedí, lo que le había explicado a mi esposa cuando le pedí que viniera a la capital con los niños.
Jhonny me llamó y me improvisó un merengue, cuyo coro pretendía quitarle estímulo a la situación, sólo recuerdo que decía: El chiquito no ta en na!
Lo repitió hasta el cansancio y la gente lo bailó, mejor aún, calmó el ímpetu de esa joven y se fortaleció mi matrimonio, que aún sigue vigente.
Gracias caballo!