Los seres humanos constituyen especie dentro de categorías conceptuales más amplias, los seres vivos y los animales. A estos últimos les corresponde un espacio en el mundo, cumplen un ciclo vital, nacen, crecen, se reproducen y mueren. ¡Simplemente!
A la especie humana, nuestro Dios, le ha conferido una cualidad esencial, la racionalidad, de la que derivan propiedades como la facultad de hablar y el libre albedrío, las cuales hacen de la humanidad una especie capaz de transformar la naturaleza y dominarla, pero también la hace responsable de sus actos.
El ser humano es biología y cultura, como asevera mi hermano Carlos Julio Féliz Vidal en varios de sus escritos, de ahí que es una especie llamada a trascender, no a estar en el mundo por estar, por vivirlo, como sucede con las otras especies vivas, los árboles y los animales.
Esta existencia humana no puede ser simple, pese a que la vida lo sea, pues, sus complejas características derivadas de su capacidad racional, si bien, permiten al humano trascender su mundo, también le hacen su tránsito por el mismo más complicado. La humanidad es un aparato complejo.
Dotado con estas capacidades de lujo y únicas en su género, la humanidad tiene el dilema de ser algo o alguien. Es algo cuando sólo cumple el ciclo de vida; es alguien en tanto es capaz de trascender, de dejar consecuencias importantes en su tránsito por la vida.
Jesucristo, a mi juicio, ha sido el ser humano más trascendente que ha tenido la humanidad, lo fue por su fidelidad a Dios y su sacrificio para la humanidad. Jesucristo instauró el perdón, la piedad, las obras milagrosas que desafian todas las leyes científicas. ¡Ha sido el modelo más alto del bien!
Otros hombres, han sido trascendentes, siempre por aportar algo bueno a la humanidad, en el conocimiento, como Aristóteles y Einstein; en las artes como Leonardo da Vinci y Michael Jackson; en la paz, como Mahatma Gandhi, etc. La humanidad tiene cuantiosos y valiosos ejemplos de notables trascendentes.
Todos nuestros trascendentes tienen en común, que la consecución de sus méritos no ha sido fácil tarea, que han enfrentado grandes obstáculos, han asumido retos que han desafiado y vencido, muchas veces tras series de derrotas y tropiezos. Es el precio de la trascendencia, es lo auténticamente humano.
He tenido en mi alrededor, personas que han influido decisivamente en mí, desde familiares y amigos, hasta deportistas, artistas e intelectuales. Dios me ha dado el privilegio de conocer a los trascendentes, a los seres humanos que vencen dificultades y han trascendido merced a grandes sacrificios.
¡De éstos he aprendido!