Con profundo pesar y la evocación nostálgica de bellos recuerdos, he recibido la sensible noticia del fallecimiento de quien en vida se llamó Ernesto Polanco, a quien apodábamos "Chele Viejo".
De Chele recuerdo su impecable actividad laboral en la "rifa tradicional", sus notables amigos y "canchanchanes" como Danubio Jiménez, y su afición por el juego de "Tablero".
Lo conocí de cerca cuando era yo un niño, en momentos que intentaba dar un salto en mi nivel de juego en el tablero. Iba todas las tardes a verle jugar con tableristas de elevado nivel.
Una anécdota que viví mientras veía una de sus partidas de tablero, me permitió entender sobre su comportamiento noble y cortés. Chele jugaba una serie de partidas, bajo apuesta de dinero, contra el popular barahonero Luis Languasco "Matutina". El marcador estaba 2 a 0 a favor de este último.
Transcurría la última partida, la que observaba yo (con mi aun escasa estatura) con las piernas debajo del tablero, muy de cerca para no perder ningún detalle técnico de la partida.
En esta partida, Chele Viejo tenía amplia ventaja, era la partida que ganaría contra "Matutina". Chasqueaba las fichas unas sobre otras, en un ritmo que producía música, como señal de que estaba ganando.
Algo muy triste estaba a punto de ocurrir, que le daría un vuelco impresionante a la partida en detrimento de "Chele Viejo": sufrí un estornudo que estremeció mis delgadas piernas, las cuales, como un temblor de tierra, hicieron estropear la posición ganadora de don Ernesto Polanco.
Lloré de pena y de apuro por lo sucedido. Pero "Chele Viejo" sin darle cabida a ideas de retaliación contra mí y sin reprocharme nada en absoluto, me dijo: "no ha pasado nada, mi hijo, además no estaba claro todavía quién podía ganar".
No sólo yo me alivié sino también su implacable contenedor Matutina Languasco que estaba a punto de perder la única partida de la tanda.
¡Cuánta nobleza en este hombre!
Descansa en paz, noble amigo Ernesto Polanco.
