Los seres humanos actuamos basados en el libre albedrío, el cual sugiere que tenemos amplios márgenes de libertad para tomar decisiones.
Sin embargo, una gran parte de las cosas que suceden en la vida no la decidimos nosotros, a saber: no elegimos donde nacer, ante la muerte sólo nos queda esperar para que nos lleve y no podemos imponer que nos amen, etc.
Pero sí podemos hacer muchas cosas que nos gustan y son sanas. Así, podemos educarnos, ser corteses y hacer ejercicios para ascender socialmente y ser atractivos y saludables.
Incluso esto último obedece a reglas que no la creamos nosotros, pues son propias de la naturaleza humana.
Entonces nuestra libertad está limitada mucho más allá de donde empezamos a creernos libres.
En este contexto, ser sabio implica dominar la reglas de juego, respetarlas y aprender a hacer las mejores jugadas.
Aprenda a seducir a la persona que le gusta, gánese la consideración familiar, respete a su prójimo y obtenga las cosas con su talento y cortesía.
Quienes han hecho lo contrario, han caído dentro del saco de lo común, la mediocridad, lo ordinario y el fracaso, es decir, fueron vidas llenas de miseria y amargura, donde se pudo optar por ser mejores personas.