Me declaro defraudada por la impavidez con que el Dr. Mario Lama ha respondido ante la tragedia nacional que significa la muerte, en una maternidad pública, de 34 bebés hijos de esta Patria. Hoy el Sr. Lama luce muy distinto a aquel que conocí a través de su participación en un programa radial de difusión nacional. Ese era un crítico acérrimo de las debilidades en el sector sanitario, en la pasada gestión de gobierno. Hoy justifica lo que antes criticó.
Creo que muchos hemos esperado con impaciencia la renuncia honrosa a la posición de director del SNS, del Dr. Lama. Tampoco ha llegado a la ciudadanía la tan ansiada destitución de este funcionario.
No hay explicación racional que justifique que, en un país pequeño, como República Dominicana, mueran en un solo mes, 34 recién nacidos en un hospital público.
Tampoco hay explicación válida para que un hecho de tal gravedad quede sin respuestas contundentes.
¿Qué hubiese pasado aquí si uno solo de esos bebés hubiese sido hijo o pariente de Mario Lama? ¿Qué hubiese ocurrido si alguno de ellos hubiera sido parido por una madre de apellido sonoro? ¿Alguien sabe del dolor que han sentido esas madres y esos padres, o de los sacrificios de esas familias para llevar a término cada proceso de gestación? ¿Sabe Mario Lama, y demás funcionarios de salud, cómo se han roto todas las esperanzas cifradas en las vidas de esas criaturas? Y si saben esto, ¿les importa? ¿Es que en nuestro país algunas vidas valen más que otras?
La realidad es que esos 34 recién nacidos eran hijos de padres y madres pobres de este país; y no tenían parentesco alguno ni con Mario Lama, o con cualquier familia privilegiada. Entonces esas muertes no importan. Porque de importar, no solo hubieran destituido al director del hospital, que quien sabe las veces que acudió en busca de una ayuda que nunca recibió. Porque de importar, el director del SNS estuviera ya en su casa o frente a un tribunal rindiendo cuenta de su nivel de responsabilidad en estos fallecimientos.
Todas las vidas importan, y esta sociedad se siente desprotegida cuando ocurren hechos tan trágicos como este, y luego todo sigue como si nada. Si hubiese sido en un país con democracia madura, sin dudas “otro gallo cantaría”.