Recientemente, buscando un producto a través de Amazon, me encontré con un texto de la autoría de Alexander Rosacruz, llamado “Economía circular: salvando el planeta”. Este corto libro de 98 páginas y fácil lectura contiene datos interesantes, al menos para mí. BBVA tiene buenos documentales en YouTube sobre temas científicos y, desde hace poco más de un año los consumo. Uno muy especial se tituló “Economía circular”. Es ese tenor, reflexiono y comparto datos que he obtenido de tales fuentes.
La publicidad ha impulsado el consumo, de eso no hay duda. Hoy se habla de la cultura del consumo para referirse al gasto del dinero de la gente en bienes materiales para alcanzar “mejor estilo de vida” en una sociedad meramente capitalista. Se estima que fue en la década de 1920 cuando tomó auge, a partir de los periódicos, revistas y la radio. El término ha evolucionado al de “cultura del descarte” y hace alusión al consumo y producción en exceso de bienes desechables.
Un buen ejemplo es la bombilla. Para 1920 duraba en promedio casi 2,500 horas, en comparación con las 1,000 de la actualidad. También se habla de “moda rápida” para describir la reproducción de copias económicas de última tendencia, pero de baja calidad. Se trata del segundo mayor contaminador del mundo después de la industria petrolera. Esto, debido a las aguas residuales tóxicas de las fábricas textiles, ya que son descargadas directamente en los ríos.
Por tanto, la cultura del consumo es perjudicial para el medio ambiente. Se estima que el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero es responsabilidad de la compra y venta de bienes promovidos por el modo de vida desechable. El consumo guarda un vínculo directo con el cambio climático. El proceso de producción de bienes y servicios necesita energía, la cual proviene de combustibles fósiles como el petróleo, gas y carbón. Cuando estos se queman, desprenden cantidades de dióxido de carbono, lo que se traduce en cambio climático.
Asimismo, William Rees, economista, ecologista y profesor emérito de la Universidad de British Columbia, en 2011 publicó en la revista científica “Scientific American”, que la humanidad consume un 30% más de materiales de los que los recursos del mundo pueden consumir de manera sostenible. Otro dato interesante, pero según el Foro Económico Mundial (FEM) es que si no cambiamos los hábitos de consumo de plástico, para 2050 habrá más desechos que peces en el océano.
Ahora bien, hay países que han asumido responsabilidad al respecto. Tal es el caso de Reino Unido, que a partir del movimiento “Right to Repair”, persigue reducir la cultura del descarte. Se está trabajando en reglamentaciones para garantizar que los productos se diseñen y fabriquen para durar, o para repararlos si se dañan o funcionan mal. Otra iniciativa que se ha convertido en tendencia es el “No Buy Days”. Se trata del sábado posterior al “Black Friday”, con el fin de alentar al mundo al cambio de sus hábitos de compra, consumo y producción.
En fin, en República Dominicana no se ha logrado hacer conciencia sobre el consumismo. Todo lo contrario. Según informes, en el país se produce casi 90 mil toneladas de residuos plásticos al año. Algunas iniciativas procuran prevenir la generación de residuos y apoyar el reciclaje, como la Ley 225-20. Sin embargo, no existe voluntad como Estado para enfrentar la situación. Este tema está en moda, pero no debe pasar de moda. Los centros educativos deben insistir al respecto, pero con la ayuda de las autoridades competentes. Los ayuntamientos tienen mucho que hacer en este tema. La definición de un plan integral y participativo es urgente. No bastan leyes, sin promoción y régimen de consecuencias.