Juan Luis Cebrián, una de las plumas más destacadas que ha tenido el periódico El País, de España, tiene un libro dedicado a los periodistas que se inician en este campo. Dentro de sus reflexiones, el comunicador dice que un periódico sirve para muchas cosas. Pero de lo que no debe servir un periódico es de receptor de mentiras, el periodismo es un arma de doble filo sirve para elevar como para sepultar.
De ahí, que la información objetiva está basada en la ausencia de prejuicios e intereses personales. En ella, los hechos y los conceptos son tratados como objetos. Y que la información subjetiva contiene el punto de vista de la persona que la expone y está influida por sus intereses y deseos.
Ninguna información queda totalmente libre de las impregnaciones ideológicas o culturales del periodista. Pero entre una y otra queda moldeada por la subjetividad de quien escribe y hay un larguísimo trecho que los periodistas pueden recorrer en diferentes medidas.
En el ejercicio de la comunicación la objetividad es más fácil de sostener cuando se trata de narrar o describir un hecho, siempre y cuando se le conozca con exactitud y se sea testigo de él. Pero cuando el periodista agrega juicios de valor a la noticia el terreno se torna confuso, porque entonces el ángulo desde donde se comenta está lleno de las convicciones, que por demás varían de una persona a otra.
Muchas veces nos quejamos cuando la noticia no está suficientemente aclarada en datos y hechos comprobables. Pero han de tener en cuenta que la objetividad total es imposible, no podemos calificar de manipulación una noticia porque no nos guste o no estemos de acuerdo con ella.
Cuando estamos frente a un televisor escuchando y viendo al presentador de noticias en nuestros país, nos damos cuenta la mayoría de las veces como se agrega juicios de valores al hecho, al decir por ejemplo que no hay voluntad política y a buscar a un culpable en el gobierno de turno, eso déjeselo al que está frente al televisor. Y es que un acontecimiento puede estar marcado por la estructura de valores que forman el pensamiento del profesional de la pluma y la palabra, y por esto ocurre que sobre un mismo suceso, se dan distintas versiones.
En todas partes los periodistas están comprometidos con algunas causas, religiosas o políticas, los que están identificados tienen más credibilidad que algunos que se manifiestan imparciales.
Pues la conducta del que se identifica es vista como aquel que agrega juicios de valor a sus comentarios, el imparcial como no lo es en realidad trata de ocultar algo pero lo revela en las pasiones de sus juicios. En conclusión, la objetividad es un mito. Aunque utilice datos, cite a testigos y describa hechos, esos datos y citas se han seleccionado personalmente y las descripciones son personales. Es imposible separar a una persona de su subjetividad (ya que es un sujeto) y hacer noticias objetivas.