Ha causado asombro la designación como ministra de Interior y Policía, de la actual senadora de la República, electa en el Distrito Nacional, Faride Raful, por parte del presidente de la República, como es natural.
Su perfil había descendido sensiblemente luego de no ser repostulada al cargo, sustituyéndola el consenso de colocar en la posición a Guillermo Moreno, presidente del partido Alianza País.
Faride es joven (44 años) y en su hoja de vida política acumula haber sido diputada y senadora por el Distrito Nacional en períodos consecutivos, habiendo logrado ambas posiciones con un muy amplio caudal de votos y estando en la oposición.
El cargo de senadora por la capital, Faride lo alcanzó en el momento que el Partido Revolucionario Moderno llegó al Poder, lo que le dificultó una transición adecuada de su discurso crítico-mordaz-opositor a uno congruente con las líneas oficialistas de su partido. Ésto, a mi modo de ver, dificultó mantener la popularidad que conservó -y en cierto modo acrecentó- como diputada y estando en la oposición.
Sin embargo, cualquier tropiezo que tuvo fue coyuntural, propio de su juventud y del momento político que vivió, lo que no “contaminó su esencia” de capacitad, transparencia y dueña de un liderazgo responsable acorde con las exigencias de estos tiempos.
El ministerio de Interior y Policía atiende los asuntos provinciales a través de las gobernaciones, cuyos titulares son mujeres y dependen directamente de ese ministerio, lo que facilita un mejor acoplamiento, pero también es relevante en materia de seguridad pública, aspecto que Faride maneja muy bien por su alta preparación técnica en el área de la criminología y seguridad, así como su visión de conjunto sobre aspectos sustantivos de proyectos de leyes que ella impulsó desde el congreso, como la ciberseguridad, sistema nacional de estadísticas y la violencia.
Siendo la segunda mujer ministra de lo Interior y de la Policía, desde Rosa Julia de la Cruz, en el gobierno de don Antonio Guzmán, en 1978, Faride tiene altas posibilidades de triunfar donde otros han fracasado, encarando técnicamente la seguridad pública, revalorizando la función de las gobernaciones provinciales y dándole un auténtico alcance nacional, que trascienda los “asientos y escritorios de la capital”, al ministerio de Interior y Policía.
Tras la designación de Faride Raful como ministra de Interior y Policía nuevas esperanzas reverdecen en torno a ella y se evidencia que una coyuntura no determinó el futuro de un liderazgo joven, con capacidad técnica y ejercido con transparencia.