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miércoles, 7 de agosto de 2024

Algo sobre mí.

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Por Carlos Julio Feliz Vidal
  
Soy un tanto extraño con las apariencias; jamás he colocado un diploma universitario (ni nacional ni extranjero) en mi oficina o en la sala de mi casa. Usé anillo universitario sólo dos años; deje de usar joyas de cualquier tipo hace mucho tiempo, a partir del momento que un "amigo" me robó un reloj de alta gama. 

Dios y la vida me han premiado más allá de mis capacidades; las "cosas materiales" me importan en la medida en que son útiles para resolver necesidades humanas.

Quizás he tenido la vanidad de un buen carro; siendo muy joven compré un Mercedes sin uso, un carro de lujo en un pueblo en desarrollo. 

Recuerdo que unos años después se lo regalé a un amigo que enfermó y para quien el vehículo sería más útil que para mí.

Sé que como le escribió Máximo Gómez a su hijo que estaba en Santo Domingo, desde Cuba, "un hombre montado" vale por dos porque es más rápido, por lo que le aconsejó comprarse un "triciclo", una novedad en el siglo XIX, que le permitía "ganar distancias". 

Si algo me importan son las personas, la familia, amigos, compañeros de trabajo, estudiantes, clientes y prójimos que le dan sentido a estar vivo y ser útil.

Si algo valoro es el conocimiento, la capacidad de poder comprender la "naturaleza de las cosas", las leyes de la naturaleza y la sociedad, a los fines de que esos "datos significativos" obren para el bien de la especie humana.

Si algo me gusta es la libertad, la que permite desarrollar la plenitud del ser sin más limitaciones que aquellas que provengan de la razón, que es el  mayor indicador de que somos humanos.

Si algo apoyo es el tratamiento digno a las personas, sin hacer acepciones  arbitrarias entre ellas.

Si por algo apuesto es por el manejo transparente de los recursos públicos y el de los clientes, por el fortalecimiento de la vida institucional, la libre expresión del pensamiento y el pluralismo político.

Si de algo disfruto es de beber una buena taza de café, una cerveza fría o una exquisita copa de vino; jugar una partida de ajedrez, dar y recibir un abrazo lleno de afectos, tener una  buena conversación, bailar un buen merengue, hacer el amor sin egoísmo, leer o escribir para alimentar el espíritu, y, sobretodo, amar aquello que sea esencialmente humano.

Si algo confieso es mi fe en Dios, sin fanatismo, ni jactancia, porque me parece que la complejidad y el orden del Universo, así como lo altamente elaborado del desarrollo del cerebro humano, no serían explicables sin una inteligencia superior.