Ayer, me sorprendió la madurez de este niño de tan solo 8 años; se llama José (Jose en la pronunciación española de España donde nació), es nieto de la eminente joven profesional Karim Galarza Leger, ejecutiva del Departamento Legal del Consorcio Azucarero. Karim tiene un corazón que la desborda; mucha nobleza e inteligencia alternan en ella. Sus dotes los ha transferido a sus descendientes: sus hijas Mercedes, mamá de Jose; y Franchesca, la menor de ellas; tuvieron la inquietud, hace más de diez años, de aprender a jugar al ajedrez.
En entonces me convocaron a través de Karim y correspondí complacido, en varias sesiones, a su requerimiento.
Anoche, luego de varios días de planificación, me encontré en el mismo escenario con el talentoso Jose, quien le dijo a su madre que su sueño era jugar al ajedrez conmigo, entre otras cosas, por los comentarios que le hizo su madre Mercedes acerca de su experiencia previa conmigo y el ajedrez. Tanto para ella como para mí fue una experiencia gratificante.
Terminé aprendiendo mucho del niño, no solo ajedrez, sino de lo humano. ¿Cómo es posible que un acontecimiento sucedido hace 11 años, antes de él nacer, me haya colocado en el mismo escenario con una criatura que en entonces no imaginaba que existiría hoy?
La vida es presente, pero también es futuro que no prevemos pero que podemos configurar; de ahí que cada decisión que tomemos y elección de jugada que hagamos en el presente deba ser lo suficientemente justificada sobre la base de una serie de valores que hagan del mundo algo mejor que como es.
Estoy agradecido de Karim, Mercedes, Franchesca y José por conferirme estas magníficas oportunidades que mejoran nuestro mundo.