La violencia machista es una problemática global que trasciende clases sociales, culturas y ámbitos laborales. Sin embargo, cuando esta violencia proviene de figuras de poder, su impacto se amplifica, afectando no solo a las víctimas directas, sino a toda la sociedad. Líderes políticos, empresarios, académicos y figuras públicas han sido señalados por ejercer distintos tipos de violencia machista, pero el miedo, la impunidad y las estructuras patriarcales suelen dificultar que estos casos salgan a la luz o sean sancionados.
¿Qué es la violencia machista en las figuras de poder?
La violencia machista ejercida por figuras de poder se manifiesta de diversas formas, desde el abuso verbal y psicológico hasta el acoso sexual y la manipulación institucional. Se caracteriza por el uso de la influencia y el estatus para someter, silenciar o desprestigiar a las mujeres y a cualquier persona que desafíe el orden patriarcal.
Algunas de sus manifestaciones incluyen:
Acoso sexual en el ámbito laboral y político: Figuras de poder que se aprovechan de su posición para obtener favores sexuales o ejercer control sobre sus subordinadas.
Gaslighting y abuso psicológico: Estrategias de manipulación que buscan hacer dudar a la víctima de su percepción y experiencia, desacreditándola públicamente.
Falta de representación y discriminación: Obstaculización del ascenso profesional de las mujeres y minimización de su rol en la toma de decisiones.
Uso de la violencia simbólica y mediática: Mensajes que refuerzan estereotipos de género y ridiculizan o deslegitiman el liderazgo femenino.
Todo abusador es cobarde
Detrás de cada acto de violencia machista hay un abuso de poder disfrazado de autoridad o liderazgo. Sin embargo, la realidad es que todo abusador es cobarde. La violencia no es un signo de fortaleza, sino de miedo a perder el control, de inseguridad disfrazada de dominio. Los agresores necesitan imponerse sobre otros porque temen la igualdad, temen perder sus privilegios y, sobre todo, temen ser expuestos.
Por eso, muchas veces recurren al silencio impuesto, al descrédito de las víctimas y a la manipulación del sistema para protegerse. Pero el verdadero liderazgo no radica en el sometimiento, sino en la capacidad de inspirar, construir y respetar.
Estructuras de impunidad y encubrimiento
Uno de los mayores desafíos en la lucha contra la violencia machista en figuras de poder es la red de impunidad que las protege. Muchas veces, las instituciones encargadas de sancionar estos actos están dirigidas por los mismos grupos que perpetúan la violencia. Además, el miedo a represalias laborales o personales hace que muchas víctimas decidan guardar silencio.
Casos recientes han demostrado cómo, incluso cuando hay denuncias públicas, los agresores reciben protección por parte de sus círculos de influencia. Se desacredita a las víctimas casi siempre llamándoles por el Calificativo de "locas" siendo esta una clara manifestación misógina, se manipula y se trata de aterrorizar con someterla a presión psicológica solo para hacer valer su poder.
El papel de la sociedad y la necesidad de un cambio estructural
Para erradicar la violencia machista en las figuras de poder, no basta con castigar individualmente a los agresores; es necesario un cambio estructural que transforme la manera en que la sociedad concibe el poder y el liderazgo. Esto implica:
Implementar leyes más estrictas y mecanismos de protección efectivos para las víctimas.
Promover una cultura de denuncia y apoyo a quienes se atreven a hablar.
Garantizar la representación equitativa de las mujeres en espacios de poder.
Educar en igualdad de género desde la infancia para eliminar patrones de dominación.
La violencia machista en las figuras de poder es un problema profundamente arraigado que requiere atención urgente. No se trata solo de castigar a los culpables, sino de cambiar un sistema que ha permitido su impunidad durante siglos. Mientras no se rompa el pacto de silencio y no se creen condiciones seguras para que las víctimas hablen, la violencia seguirá operando en las sombras. La lucha por una sociedad más justa y equitativa pasa por cuestionar quiénes ostentan el poder y cómo lo ejercen.
Porque, al final del día, todo abusador es cobarde, y es nuestra responsabilidad como sociedad no permitir que su miedo se traduzca en el sufrimiento de otros.
No olvides jamás...
No estas sola, ni mucho menos estas loca
La autora: Dra. Elizabeth Mora, MSc.
Psicoterapeuta especialista en terapia sexual, familiar y de pareja.
Terapeuta cognitivo conductual niñas, niños y adolescentes.
Para citas contactar al teléfono vía Whatsapp: 849-530-0635.
Reside en Barahona.